Eran las diez menos diez y allí estaba Rafa. Plantado frente a la recta de salida con la mirada perdida en la torre del reloj que ya amenazaba al campanazo de las diez de la mañana.
En Rafa se pueden encontrar muchas virtudes y muchas cosas que destacar pero lo más importante tal vez sea esa naturalidad y esa sencillez con la que hace y dice las cosas.
Menos cinco. Un bandolero explica los preceptos y el juramento bandolero. Rafa sonríe, comparte. Viene a por todas otra vez. Se le nota. Aunque el cajón de salida no es ninguna broma. Mucha gente fuerte.
Rafa se arranca en El Bosque y a partir de ese momento se queda sólo. Le sigue de cerca Juan Imbernon. El granadino no es buena compañía si se trata de disputar una carrera. Lo que está claro es que Rafa va a jugar todas sus cartas en Simancón para ampliar la ventaja. Llega a Montejaque sólo. Vuelve por sus pasos ya pensando en Prado del Rey. En Grazalema Juan Imbernon se queda por indicación de los médicos. Un error con la ropa le hace renunciar a la carrera.
Ahora Rafa está solo. La soledad del corredor de ultradistancia. La soledad de saber que está medio hecho, pero que todavía no está hecho del todo. La soledad más incómoda de todas. Puede ser.
A lo lejos, entre una nube impresionante de bengalas aparece una figura envuelta en una bandera blanca y verde. La de Yunquera. Es Rafa que viene apretando los puños celebrando la victoria. Su madre y su mujer lo observan emocionadas. Da las gracias a la organización, a los voluntarios y a la gente que hace posible la carrera. Intercambia con Pozo unas cuantas palabras de complicidad que se quedan para ellos. Rafa mira a la gente y sujeta una torta de boquetitos.
Yo grito su nombre una y mil veces y observo la imagen pensando: “Esto ya lo he vivido yo. Pero aquella vez ¿fue tan bonito?
Siento admiración, respeto y cariño a raudales por este tipo.
Rafa Romero Sánchez de Yunquera (Sierra de las Nieves) ha ganado UTSB otra vez.