Aparcamos el coche después cerca del río y de la línea de salida. Al salir del vehículo notamos como se nos helaba el alma. –Un café ya- pensé.
Estábamos en Monachil, a orillas de Sierra Nevada en pleno mes de febrero (no querría usted 25º y un mojito ¿verdad?) y se notaba.
Montamos el ordenador y arrancamos con la música. Sigue haciendo frío como si estuviéramos en mitad de Siberia. Veo a corredores que empiezan a pasar el control de dorsales. Algunos en tirantes. Tiritan. Labios morados.
Pablo Conde (director de carrera) no se iba a andar con chiquitas y por fin ha ocurrido: – A las 8:30 de tu iphone nos vamos- Y así sucedió. Cuenta atrás y allá que salieron los bicharracos y las bicharracas a comerse Sierra Nevada. La consecuencia de esa pereza que tenemos a la hora de acceder al corralito fue que mientras salía la carrera los más perezosos todavía estaban pasando control de dorsal. La responsabilidad de estar a la hora dentro es nuestra.
Fuimos a por el café (con churros y con Marcos, Manu y Belinda). Buena compañía para un buen rato. Volvimos y sacamos la de 16k. 10:30 en punto. A partir de ahí a esperar a los primeros con una meta y voluntarios absolutamente volcados con los corredores. Estábamos en Granada y hubo Maritoñis y Chocotoñis. Una delicia.
En lo deportivo la victoria de la 16k fue para José Flores y Elena Cambil. En la 33k se la llevaron Iván Ortiz y Sofía García.
Especial mención merece la llegada del amigo Juan Dual cerrando la carrera después de pasarlo muy mal por la exigencia del trazado. Pero como bien dice él mismo: “Ya descansaremos cuando estemos muertos”.
En la entrega de premios se entregó también un sector cronometrado y luego un segmento Estrava.
Granada nunca defrauda.