Ultra Sierra Nevada – Los latidos del corazón del Veleta

Pedro Chito

Resulta imposible disociar lo deportivo de lo humano en ocasiones con este deporte. Y eso precisamente es lo que me está pasando hoy. Quiero contaros lo que fue Ultra Sierra Nevada. Quiero contaros que mi amiga Yolanda tuvo que conformarse con una medalla de chocolate, que Mario Olmedo vio la luz al final de su propio túnel. Contaros que Gemma no pudo seguir adelante y que, con mucha rabia y con muchas dudas, optó por retirarse a pocos kilómetros de meta. Quiero contaros que Heras y Priadka dieron un espectáculo impresionante en su lucha por liderar la ultra…
Quiero contaros todo eso, pero finalmente y como excepción me decantaré por contaros todas aquellas bellísimas cosas que viví.

Esta historia empezó en Grazalema, un día lluvioso, hace ya un puñado de años. Cerca de mi, mientras narraba la meta de la carrera, había una mujer morena, menuda… Lloraba y abrazaba corredores en la llegada en lo que su llanto se tornaba una sonrisa.
A su lado un hombre transmitía la sensación de fortaleza que tal vez le faltaba a aquella mujer.

Hace mucho y sólo recuerdo que antes de ir a hablarle a Silvia Álvarez pensé para mis adentros: -¿Hay necesidad de meterse en berenjenales, Chito?… No quise ni responderme y me acerqué a intentar consolar a Silvia diciéndole que no había nada tan importante o tan duro como para llorar de ese modo.
¡¡Ay, Chito… tú y tus oportunos comentarios!! (sólo a veces, por fortuna…)

Ahí, en ese mismo instante, en esa dorsal caliza grazalemeña, con el Peñón Grande por testigo, empezó mi relación con Ultra Sierra Nevada y con la familia Soy Montaña.

Este año, después de un turno en Campus Wob, donde trabajo cada mes de julio, llegué algo cansado a Sierra Nevada pero con la ilusión intacta. El viernes a mediodía fue de reencuentros con toda la gente. En casa de los “Kala” se vivía con especial intensidad. Volvía Valentí Sanjuan a la ultra y eso nos tenía felices.

Subimos a Pradollano a disfrutar de la recogida de dorsales y allí nos encontramos con Irene y Pablo. El libro “Correr es más que correr” ya estaba allí físicamente y tuve el honor de que su autora me lo dedicara allí mismo. Cosas bonitas que pasan y que se disfrutan en estos sitios. La organización tenía preparada una sorpresa para Silvia, un fondo especial para ese km 70 de la carrera donde tantos sentimientos se dan cita y un lugar donde se puede decir que empieza Ultra Sierra Nevada: El avituallamiento de Güejar Sierra.

Hoy no habría tiempo para dormir, antes de la segunda caña con tapa (obligatorio si pasas por Granada) ya casi era la hora de irnos para la línea de salida en el Paseo del Salón. Llegamos a las once y ya se dejaban sentir los nervios. Miradas perdidas, gente suspirando, compañeros de club animándose en un intercambio de energías que parecía cíclico e interminable. Cada uno con su movida en la cabeza, cada uno con su historia. Eran las 23:40 y una tormenta nos devolvía a la visión de Granada como ciudad donde todo es posible. Allí estábamos, bajo la lluvia de una preciosa tormenta que de cuando pintaba el cielo de azul un día cualquiera del mes de julio.
-En Pradollano está cayendo fuerte- nos dijo alguien por allí. Caras de incredulidad. Todo era un sueño.

Empezaban los minutos donde las sensaciones se mezclan con el miedo y se forma ese generoso cocktail en la barriga para reventar todo en una salida que tuve la suerte de compartir una vez más con el amigo Depa.
Cuenta atrás y todo en marcha. Por delante más de 100 kilómetros que iban a requerir muchas piernas, mucha cabeza y mucha estrategia.

La salida de la ultra

Para nosotros empezaba también una particular ultra en la que tengo que dar las gracias a la mujer más increíble del mundo (por aguantar toda la noche en vela dando bandazos) y a David Calabuig por ofrecerse para ser nuestro chofer durante toda la noche y descubrirnos desde cerca la jungla de Cebrián.

De la salida fuimos a la bajada del Cerro del Sol para ver pasar a los participantes en el km 13. Fuerzas aún intactas, Heras, Oliva, Priadka y Luján por delante en lo que se refiere a chicos y Gemma Arenas liderando en féminas con mucha ventaja sobre la segunda clasificada.
Desde ahí nos fuimos a Beas para la salida del Trail en Beas de Granada. Aquello era una verbena. Lo mismo encontrabas a gente que llevaban horas de cubatas que te encontrabas a uno preparándose unas sales en una esquina. Supongo que aquel era el encanto de aquella salida. A las cinco en punto, nos pusimos en marcha…

La salida en Beas de Granada

Desde allí un corto desplazamiento hasta Quéntar desde donde salió el maratón a las siete de la mañana con mucha participación y un ambiente extraordinario.

La salida en Quéntar

Desde allí volamos a Güejar Sierra y pegamos una cabezadita en la furgo de David y Silvia antes de poner rumbo a Pradollano para empezar a recibir corredores.
En Güejar pudimos disfrutar del corazón de la carrera, el avituallamiento principal donde ver entrar a los deportistas era una auténtica pasada. Una de esas imágenes de éste deporte nuestro que tenemos que exportar al mundo. Gente con la mirada perdida sentada en una silla de plástico, meditando si quedarse allí o si salir a las once de la mañana para enfrentarse a las “Zetas”, o lo que es lo mismo, el infierno hecho sendero.
Tuve un precioso momento también de volver a entender este deporte cuando estaba allí en medio, sentado con el equipo de Soy Montaña justo después de llegar Valentí y mirando a mi alrededor. Las caras, las miradas, los gestos, los pasos, las palabras, los llantos, el dolor… Era poesía, pura poesía que rezumaba por los cuatro costados humanidad y cercanía. Gente ayudando a gente. Gente somatizando lo de otra gente. Gente abrazando a gente. Poesía en Granadino. La estampa de una especie de holocausto deportivo que empezaba allí y terminaría en el Veleta. Esencias del sufrimiento del amateur.
Y el ir y venir de los silencios de la gente.
-Valentí va tocado y con dolor en un pie… pero es más duro…- Me comentaba un “Soy Montaña” observando la escena. Me acerco a él, lo abrazo con suavidad y le recito una pequeña arenga. Me mira, me sonríe y me transmite lo que lleva dentro: Confianza.
Se hace llamar jabalí por algo, eso lo tengo claro.
Acudo a abrazar a un puñado de corredores y a darles ánimos. Cada cara es un mundo. El olor a pelea, a derrota, a dudas… Nos esperan las Zetas y más tarde Veleta, previo paso por Pradollano.
Esta Ultra sólo la ha podido diseñar Maquiavelo.

Para cuando yo llego a meta, Depa ya ha recibido a los primeros clasificados. El calor en Güejar era asfixiante, pero en Pradollano cambia la cosa. Hace calor, pero es mucho más soportable que en otras latitudes.
Subiendo la carretera nos hemos encontrado a Gemma que se retiraba después de haber pasado un tiempo perdida. Estuvimos un rato con ella hasta que decidió tirar la toalla. Vimos a Irene de Haro subir sonriente por el sector de asfalto de la ultra. Algo iba muy bien para ella.

En meta el ambiente iba creciendo poco a poco y a la hora del almuerzo las terrazas y los bares estaban llenos de gente deseosos de pasar un rato bonito viendo la llegada de los corredores. Para mi era todo nuevo, estar en Pradollano sin nieve, narrar una carrera andaluza en pleno verano, el ambiente… pero vosotros eráis los mismos. Unos de más cerca y otros de más lejos. Gente que ama el monte y que disfruta de echar un rato (o un buen puñado de horas) correteando por caminos y veredas.

En el kilómetro 90 otra trampa de Ultra Sierra Nevada. Pasas por Pradollano, escuchas el sonido de meta, el gentío… pero te meten en busca del Veleta… y luego te bajan, con las piernas destruidas, por la pista del Río. Se me antoja terrorífico, pero la sensación de los que iban llegando era extraordinaria.
Compartir eso con vosotros sólo podía ser un lujo.
Reencuentros con buenos amigos Andrés, María José, Zulaica, Camino, Basalo, Ismael Barea, Yolanda Fernández…
Unos vinieron más rápido otros menos… unos de Graná y otros de Quéntar… pero todos venían entusiasmados sólo por haber logrado terminar.

Con el sol cayendo me subí a la pista del río y allí a lo lejos aparecieron David, Valentí, César y todo el equipo “Menos Cabeza…”.
Venían del Veleta y el momento fue de una intensidad tremenda.
El abrazo con Silvia. El recuerdo de David Kala. Su legado en una tarde que poco a poco se despedía para dar paso a la oscuridad. Empezaban a encenderse frontales y se quedaba Depa al frente de la meta. La noche había sido larga y el cuerpo estaba castigadísimo.

Volvíamos a Granada y al pasar el túnel del Serrallo también se me escapó un suspiro… Estaba agotado pero feliz de haber compartido con tanta gente diferente mi primera experiencia en Ultra Sierra Nevada.
Afortunadamente, al día siguiente nos levantamos y lo celebramos con un “Lechero”… que nunca está de más…

Cuando a la mañana siguiente volvía para Málaga bien temprano, observaba la silueta del veleta en el retrovisor de mi coche y pensaba: ¡Qué penita de la gente que se pierde venir a correr a Andalucía, de verdad!

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