Las agujas del reloj. La dulce espera. Los 101

Pedro Chito

El tiempo es un señor vestido de largo, con sombrero y afilados bigotes. Un señor que en una esquina permanece quieto e impávido ante el paso de sí mismo.
El tiempo vuela.
Y si te pones a pensarlo te darás cuenta de que hay que ser férreo con los entrenamientos. Te darás cuenta de que las horas son un tesoro. ¿Qué digo las horas? Cada minuto, cada segundo es un tesoro que hay que aprovechar y exprimir.
Porque el tiempo vuela y se nos echa encima. Y ni una lágrima que parezca eterna es ajena a las propias manecillas del reloj.

El valor de un abrazo

Y es que, queridos cientouneros/as, si nos ponemos a darle vueltas al tarro, resulta que en cuestión de dos meses la imagen en ese paseo central de la Alemeda del Tajo ya será desoladora. Todo estará desmontado. Algunas damas y caballeros legionarios saliendo y entrando en el teatro y cargando camiones y vehículos. En el ambiente el aroma y el recuerdo. En algunas calles criaturas caminando como si tuvieran las piernas fabricadas con piedra y plomo.

Pero todavía es pronto. Todavía hay remedio. Todavía hay ilusión y mucho que hacer y trabajar hasta llegar a ese minuto donde se nos dispara el corazón y donde se respira tan fuerte que casi nos falta el aire. Aún hay mucho entrenamiento pendiente, aún podemos mejorarlo todo, aún tenemos ese tiempo precioso de la víspera y ese sabor latente y dulce que te dejan las horas de espera de lo tan ansiado.

Espíritu de compañerismo

Todavía es pronto, pero dentro de dos meses, el sueño se habrá esfumado.

Todavía es pronto, pero la Alameda, ya os espera.

Todavía es pronto, en Ronda llueve, pero ahí cerquita… está la primavera.

Están los 101.

Ronda. El eterno deseo.

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