El regusto que dejan 14 kilómetros

Pedro Chito

Somos intercontinentales

No lo tengo demasiado claro, pero en mis adentros, en mis fueros más internos lo que me pide el cuerpo es que “Trail 2.0” fuese ese deporte en el que la actividad física pase a un segundo plano. Una disciplina donde el contacto con el compañero o compañera fuese capital a la hora de su práctica.

Y supongo que es ahí, en esa ficha de empalme que lleva ambas corrientes donde yo me siento feliz y dichoso de vivir cerca de vosotros y vosotras, vuestros logros y retos.

Hay algo que nos ha conectado con la naturaleza, que es correr por el monte, pero además hay algo que nos ha conectado con gente que de otra manera no hubiéramos conectado jamás. ¿Sabéis qué pienso? Que, a su modo, el deporte de las carreras por montaña es la red de redes. El lugar perfecto y la actividad perfecta para compartir algo común con mortales que corren más o menos, pero que también disfrutan de lo mismo que tú.

Todo esto para introducir Eurafrica como elemento catalizador de intenciones, carreras, culturas, conocimiento… Eurafrica como nexo de correr por la montaña y el nexo de hacer amigos en las montañas.
Te imaginas que te dan una tienda de campaña y te sueltan en un campamento donde hay gente de todo tipo y condición y te dicen: “Aquí empezáis un viaje de cinco días donde vais a compartir todo”.
Porque esa es la clave de esta aventura: Compartir. Siempre compartir.

Y que este año las cosas no empezaron como hubiese sido nuestro deseo. Para empezar el martes nos encontramos el campamento inundado por las lluvias de aquella mañana. Contábamos con la suerte de tener los ánimos intactos. Tocaba poner rumbo a un pabellón para dormir. No pasa nada.
Al día siguiente arrancábamos con la “Visit Gibraltar Vertical Race”. Buen ambiente en Europa Point, pero en el fondo mirábamos preocupados las nubes que entraban de poniente y que a partir del mediodía empezaron a complicarlo todo.
Para cuando salían los élite ya llovía con fuerza y el viento soplaba majestuoso. La mirada de Beth Pascall se perdía más allá de la roca y Zaid, para no perder la costumbre sonreía y bromeaba. Por su parte todo un recordman del Tor des Geants, Javier Domínguez Ledo parecía hacer series en las rampas de un jardín aledaño a la salida como queriendo entrar en calor antes de pensar en la cuenta atrás y en los “steps” que quedaban hasta cubrir la distancia.

Cuando salió Zaid, que fue el último, emprendimos la huída en busca del campamento con serias dudas de que aquella noche fuese viable acampar allí. Antes de llegar nos dijeron que pusiéramos rumbo al polideportivo otra vez porque iba a ser imposible plantar la tienda en el club de aeromodelismo. Lejos de remitir, el viento había levantado la carpa grande y la situación no iba a ser segura. Nos tocaba volver al polideportivo pero teníamos ganas de hacerlo con optimismo.

Y ese fue el ambiente durante todo el tiempo que estuvimos allí. Comentarios y tertulias sobre la tarde de perros y esperanza y optimismo de cara al día siguiente, de cara a “Alcornocales”.

Lo verdaderamente maravilloso fue levantarnos el jueves y mirar al cielo de Algeciras. Atmósfera limpia, mañana soleada con algunas nubes y aire fresco que a ratos se iba a tornar agradable. Para la hora prevista ya estábamos en la salida montando todo para contarlo en la tele. Se había recortado una parte del recorrido porque había caído mucha agua en los días anteriores y existían zonas que no terminaban de ser seguras para la práctica de este deporte. Y aunque el campamento presentaba un aspecto desolador, la sonrisa no se caía de nuestras caras. Y supongo que era porque todo el tiempo que estuvo lloviendo y soplando el aire, nosotros estábamos hablando, riendo, disfrutando o haciendo bromas. Así todo era más sencillo. Así, de esa manera tan simple, llegamos a estar felices junto a un amasijo de hierros y plásticos que no iban a conseguir acabar con nuestras ganas de Eurafrica.

Durante todo el día disfrutamos de una meta donde se entrelazaban emociones, imágenes bonitas y un sinfín de sensaciones que te hacía ir de un lado a otro recreándote en todo lo que alrededor ocurría.

No merece la pena contarlo cuando lo verdaderamente potente es vivirlo. Vivirlo desde allí y hacer tuya esa experiencia.
Volvimos al campamento y ya no se nos volvió caer la sonrisa de la boca.

Al día siguiente el día de traslado y la presentación en el ferry del FRS Team, unas pastitas, un te moruno y la atmósfera especial que se respira durante el tiempo que se tarda en cruzar el charco desde Tarifa a Tanger.
Este año estrenábamos sede africana: Belyounech. Un pueblecito agarrado la roca a orillas del mar y en las mismísimas faldas del Djebel Mussa, una de las columnas de Hércules.
De aquel lugar era impresionante mirar al mar y descubrir ante tus ojos la inmensidad del el estrecho y unas vistas del Peñón de Gibraltar a las que no estamos acostumbrados, aunque la realidad es que los minutos se consumían como si fueran segundos viendo el tránsito de nubes a través del collado del “Mussa”. Era casi hipnótico ponerte a mirar al suroeste y dejarte arrastrar por la visión hasta los confines del sentirte inmaterial mirando aquella mole caliza.
El Djebel Mussa es una montaña que casi se puede respirar.
La ladera, la cima. Ese mágico collado.

Marruecos volvió a sorprendernos. Especialmente ver cómo los locales se integraban con la prueba, con el evento, con las personas. Muchos no hablaban español, pero tampoco hacía falta. Bastaba una sonrisa, un apretón de manos o un abrazo y ya quedaba todo prácticamente dicho.

En lo deportivo pasaron muchas cosas en Belyounech: Otra vez Zaid sacó el látigo en su casa, Beth cerró una participación impresionante en Eurafrica y vimos a cada corredor flipar con el etapón de sky running vivido a orillas del estrecho. En un lugar donde nadie esperaba encontrarse con aquel paisaje que alguna gente no dudo en calificar como  dolomítico.

Al terminar la etapa una explosión de alegría se apoderó de todos los participantes y del equipo Eurafrica: ¡¡Ya éramos intercontinentales!!
Empezó a sonar la música tradicional y empezamos a bailar sin importarnos demasiado qué bailábamos o con quién. Habíamos cumplido con un objetivo primordial: compartir y disfrutar unos con otros de una experiencia merece mucho más que un puñado de letras. Porque Eurafrica no es sólo un trail y es algo más que contar una historia. Eurafrica es HACER HISTORIA.

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